Han pasado veinticuatro días y no
hay rastro del paradero de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa.
Lo que sí vemos, es la movilización de contingentes de soldados, marinos y
policías federales abocados en la búsqueda de los jóvenes y cumplir así, con la
instrucción del presidente Enrique Peña Nieto. Entonces, ¿cuál es la pieza que
ha faltado para que este mecanismo de búsqueda y localización con vida rinda el
fruto deseado por familiares, sociedad mexicana y comunidad internacional?
Primero, Guerrero esta lleno de montañas, veredas, y barrancas, es parecido
a una hoja de papel que arrugamos con las manos y luego la extendemos. No
alcanzarían los ejércitos para rastrear cada resquicio de la entidad para encontrar
a las víctimas de desaparición forzada. Por ello, es fundamental que intervenga
la propia población y sus representantes, llamase comisarios municipales,
líderes sociales, policías comunitarios, entre otros. ¡Falta convocarlos!
Segundo, Guerrero tiene una extensa zona en la que Estado Mexicano
está ausente. En Guerrero hay tierras sin ley y son refugio de delincuentes, que
imponen su propia autoridad, que reclutan pobladores, tienen vigilancia propia y
someten a autoridades. Ahí, donde la vida no vale nada, diría José Alfredo
Jiménez, debe ser revisada con lupa, por aire, tierra y mecanismos
electrónicos.
Tercero, la Procuraduría General de la República tiene que
continuar con la recopilación de información de todos los detenidos. De igual
manera, vienen implícitos los datos que arrojen los equipos de comunicación de
los jóvenes y los detenidos, el modus operandi de los captores, los vehículos
comprometidos y un largo etcétera.
Los padres de familia no pierden
la esperanza y la sociedad tampoco.