Hace 20 años cuando viví y trabajé en los Estados Unidos, me enteré de la muerte de Luis Donaldo Colosio. Había terminado tarde mi jornada en una pequeña librería en Santa Fe, Nuevo México. Subí a mi carro, arranqué el motor de mi viejo Cavalier y encendí la radio. Al escanear las estaciones en español, casi por instinto me detuve en una. La confusión era total, pero sobresalía la voz de la conductora Talina Fernández, que se encontraba en un hospital de Tijuana.
Reseñaba lo que pasaba en el nosocomio. Que un hombre le había colocado una pistola en la sien de Colosio y había disparado. Me detuve de sopetón, salí de la carretera y seguí escuchando. No lo podía creer y me resistía a pensar que había muerto. Estaba en shock. Volví al camino y enfilé a la casa de unos amigos para compartir juntos lo que estaba pasando.
Finalmente Liébano Sáenz dio la noticia: Colosio ha fallecido. Era casi la media noche.
A la distancia de aquellos terribles momentos, califico a Luis Donaldo como un hombre que quería cambiar al sistema desde adentro. No sé si por eso lo mataron. Es difícil creerlo. Pero ese es el mejor legado que he tenido en mi formación personal y que intento practicarlo siempre, en cada oportunidad que tengo para contribuir con la comunidad.
En Guerrero, no importa la ideología que practiques o el partido en el que milites, siempre hay que cambiar las cosas desde adentro, y no hay mejor homenaje que podamos hacerle a Luis Donaldo Colosio que nunca claudicar a las convicciones democráticas y cambiar para bien.
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