El celular del gobernador Ángel
Aguirre Rivero no deja de sonar. Las llamadas, la mayoría de ellas, coinciden
con una pregunta: ¿Qué pasa en Guerrero? Y la respuesta siempre es ambigua y genérica:
“Tenemos pláticas muy avanzadas para que nos entreguen a los detenidos”, “hemos
convocado a formar una comisión por la paz y la armonía”, “ya les dijimos que
no tienen derecho a detener y menos a juzgar a las personas”. Y el problema
sigue, crece y no se vislumbra una salida lógica, ni previsible.
Desde el año pasado, comunidades
de Guerrero se han levantado en armas para defender sus vidas y sus bienes, han
instalado puestos de vigilancia en las entradas y salidas de sus pueblos, en
los que detienen a vehículos y revisan pasajeros, decretan toque de queda,
suspenden clases e implementan operativos de búsqueda y de presión contra los
grupos de la delincuencia. En pocas palabras, han tomado la seguridad y la
justicia en sus manos.
Los pobladores de Tecoanapa,
Ayutla, San Marcos, Cruz Grande y Copala, decidieron tener sus propias cárceles,
instalar cortes populares y definir mecanismos para juzgar y castigar, de
acuerdo a usos y costumbres. Incluso, en asamblea acordaron que las autoridades
castrenses y policías estatales sean “coadyuvantes” de sus acciones de autodefensa
armada. ¿Cómo la ven?
¡Y claro! Las reacciones no se
hicieron esperar. Los medios internacionales de prensa siguen día a día lo que
sucede en Guerrero. A los pueblos, como El Mesón, en el municipio de Ayutla,
llegan reporteros güeros con sus cámaras fotográficas y de video para seguir
los acontecimientos y los vecinos se convierten en estrellas de los noticieros…del
mundo.
Guerrero vuelve a ser el centro
de atención del país y del mundo. Para bien o para mal.
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