El puerto de Acapulco vivió a
finales del 2012, un respiro luego del profundo catarro financiero que la mantenía
conectada a un tanque de oxígeno al alcanzar una ocupación hotelera del 97 por
ciento en las vacaciones decembrinas, 12 puntos arriba de lo que obtenido el
2011. Los números económicos volvieron a acomodarse y las autoridades volvieron
a sonreír y respirar tranquilos. Pero poco les duró el gusto.
El gobernador Ángel Aguirre
Rivero y el alcalde de Acapulco Luis Walton Aburto se despertaron casi aliento el
lunes pasado al enterarse que seis mujeres españolas que visitaban Acapulco
fueron atacadas sexualmente por hombres encapuchados y armados que irrumpieron
violentamente en una casa de playa, ubicada entre Playa Bonfil y Barra Vieja,
en la que se hospedaban.
El hecho conmocionó a la opinión
nacional e internacional. Acapulco volvió a ser el centro de atención del mundo…para
mal. De nada sirvió la presentación del tenor español Plácido Domingo, que ofreció
en Acapulco un recital para casi 20 mil personas, ni el espectáculo aéreo con
más de 30 aviones civiles, de la Fuerza Aérea y de la Marina participaron en el
AI Extremo Air Show 2012.
Los mil 238 agentes que llegaron
a finales del año pasado para reforzar el operativo Guerrero Seguro contuvieron
la violencia que asfixia todos los días a los acapulqueños, pero no la desaparecieron.
Los muertos siguieron contabilizándose. Sólo el domingo se conoció de cuatro hombres
asesinados a balazos, uno de ellos un policía auxiliar en un vehículo en la
colonia Centro, otros dos en el interior de un taller mecánico en el poblado de
El Quemado y uno más en la colonia Nicolás Bravo cerca de Metlapil.
Ángel Aguirre y Luis Walton no
sienten lo duro sino lo tupido, especialmente el alcalde de Acapulco que casi requirió
un tanque de oxígeno para aguantar la justa y mundial indignación que causó en las
redes sociales, decir que la violación de las seis ciudadanas españolas es algo
que sucede en todo el mundo.
Los servidores públicos volverán
a respirar tranquilos, cuando entiendan que la seguridad es tarea de todos, de ciudadanos
y de gobierno. Que comprendan que no se trata de traer a miles de policías y
soldados para que cuiden calles y avenidas, sino a garantizar la seguridad a personas y familias. Que
reconozcan que hay que acabar con la impunidad y la corrupción, que es lo que
provoca que los delincuentes se sientan seguros de hacer lo que hacen. Que
hagan conciencia de la importancia de depurar a los cuerpos policiales e
incorporar la inteligencia como método de investigación de los delitos. De lo
contario, Ángel Aguirre y Luis Walton seguirán asfixiándose de los
acontecimientos que les tocó vivir.
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