De manos de su vocero Gerardo Fernández Noroña, el ex candidato Andrés
Manuel López Obrador tomó con desgano el fólder que contenía la nota de El Sur
con la conocida frase que pronunció Zeferino Torreblanca para mostrar su
fastidio hacia el Movimiento de Resistencia Civil Pacífica. En el campamento
instalado en la plancha del Zócalo, sentado frente a una mesa de plástico y
bajo una gran bandera nacional, el Peje
leyó y soltó: “No se la va acabar”.
En el umbral de la calificación final que emita el día de hoy el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el PRD y sus socios
comenzarán a repartir culpas si Felipe Calderón es declarado presidente electo…y
el gobernador Torreblanca Galindo está en la mira.
“¡Que mala onda tú gobernador!” repiten los acampados en el corredor
Reforma-Madero-Zócalo a los solidarios guerrerenses que tristes y agachados sólo
atinan a responder: “Él está con nosotros, lo que pasa es que su función es
gobernar” y otros nomás no se aguantaron y regresaron al estado para formar el
Frente Patriótico Región Centro para declarar fuerte contra “las posturas
ambiguas y blandengues”.
Y el camino rumbo a la Convención Nacional Democrática ofrecerá una
vitrina ideal para las declaraciones que ventilen las posturas del mandatario y
cuestionen su desapego a la causa lopezobradorista.
Por ello, el gobernador Zeferino Torreblanca enfrenta la disyuntiva de
redefinir sus relaciones con el perredismo y terminar con posturas personales que
recorren desde: “le voy, le fui y le seguiré yendo a Andrés Manuel” hasta
declaraciones terminantes como el conocido “¡ya chole!” y el “que se callen y
se pongan a trabajar”.
El dilema no es congraciarse y asistir a una de las asambleas
informativas de los domingos con AMLO sino de replantear las relaciones entre
el gobierno y el PRD que le permitan recrear el liderazgo que Zeferino tiene de
las urnas y detener el paso de aquellos perredistas inconformes con el
gobernador que prefieren un interinato.
El ingrediente de alejamiento y la frase “mi tarea es resolver los
problemas de la gente” aviva los malos entendidos, informados y no magnificados
por la prensa.
Por ello, a partir de la declaratoria de presidente electo
--seguramente-- a favor de Felipe Calderón, Zeferino vivirá un espacio histórico
como gobernante y no deberá caer en la tentación de acudir al socorrido cliché:
“hay que acatar la resolución de la ley” que sólo revolucionará el alud de
declaraciones en su contra.
Deberá comenzar una fina operación política que desamarre los rencores
y ate las voluntades de la izquierda nacional y guerrerense, y asumir una
posición desde una atalaya en la que promueva la unidad hacia adentro y hacia
fuera del partido que lo postuló.
Porque la tarea de gobierno también es una tarea de diálogo político,
Zeferino tendrá que buscar personalmente a los líderes de las tribus del PRD y
operar, operar y operar.
Y hay con qué. En el PRD hay dos tendencias fundamentales: una
dialogante, y la otra conflictiva y confrontante. No hay medias tintas ni
cómodos grises. Hay que asumirse en una de estas vías y asumir en los hechos de
que “soy perredista de corazón” para encontrar un espacio de crecimiento
político en el PRD y gobernar con consensos.
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