Sunday, September 22, 2013

DESASTRE


 
 
“Avisamos muchos días antes que iban a haber lluvias torrenciales y que iba a haber deslaves”, reveló el meteorólogo Lixion Ávila del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos con sede en Miami, Florida. Entonces, ¿Qué pasó?...ya sé,  más bien pasaron muchas cosas. Lo primero, es que nadie informó ni alertó a tiempo lo que iba a pasar. La segunda, es que no estábamos preparados ni listos para enfrentar tres a cinco días consecutivos de lluvia. Y la tercera es que la catástrofe reveló lo mejor y lo peor del ser humano.

De lo primero. El Sistema Nacional de Protección Civil no alertó a la población ni a las autoridades locales, salvo un escueto boletín de la Comisión Nacional de Agua que emitió, ¿Saben cuándo?: el viernes 13 de septiembre a las 16:00 horas, cuando ya caía un diluvio sobre nosotros. ¡Hazme el favor! El Centro de Prevención de Desastres que anunció el Gobierno del Estado nunca se hizo realidad y de los ayuntamientos mejor ni hablamos.

De lo segundo. Los planes directores urbanos o no existen o nadie los respeta. Veamos: Se construye sobre pantanos, en barrancas, en laderas y en márgenes de los ríos y lagunas. El estado de Guerrero no tiene un atlas actualizado de riesgos y el que existe nadie lo conoce como tampoco hay un plan de prevención de desastres. Y del sistema de alerta temprana mejor ni hablamos: No existe punto.  

De la tercera. El peor desastre natural en la historia de Guerrero, sacó a flote un pueblo estoico, tenaz y generoso que alivia el drama de miles de familias que perdieron su patrimonio o lo más valioso: la vida de un ser querido. Un pueblo estoico que camina horas entre caminos cortados para ayudar a la gente en desgracia. Un pueblo tenaz que reconstruye con sus manos puentes, retira escombros y limpia casas ajenas. Un pueblo generoso que sigue dando alimentos en los centros de acopio y aporta recursos propios.

Pero también nos hace ver lo peor de nosotros mismos: a personas que suben el precio de los productos que vende, a personas que no lo impiden en su condición de funcionarios, a personas que roban tiendas departamentales, saquean comercios inundados y hacen rapiña en casas abandonadas, a personas que aprovechan para darse publicidad y a personas que extendieron un permiso de construcción a cambio de una buena lana.

Pronto se hablará de reconstrucción. Pero no se trata sólo de reconstruir lo destruido, sino de aceptar la naturaleza de la magnitud que nos espera, de identificar lo bueno y lo malo de sociedad y gobierno, de desterrar vicios y corruptelas, de cambiar a una nueva visión sobre la protección civil y ambiental desde lo estatal, municipal y sociedad organizada y de sembrar la semilla de un  renacimiento en Guerrero. Hoy es el momento propicio para lograrlo. Mientras tanto, sigamos cooperando sin protagonismos y sigamos echándole una mano a quien lo necesita.
 
 

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