A unos días de que la Costa Chica
se cimbrara por un terremoto de 7.4 grados en la escala de Richter el 20 de
marzo del 2012, el entonces presidente Felipe Calderón acudió a la región y se
comprometió a la construcción de casas nuevas para las familias que las
perdieron totalmente y reparar las que salieron afectadas. Y les dio un plazo:
cuatro meses. Y por increíble que parezca, a casi 20 meses de aquella tragedia,
todavía mil familias de los municipios de Tlacoachistlahuaca, Ometepec y Azoyú
las siguen esperando.
Y quienes ya viven en las
dichosas casas nuevas se quejan de que son unas auténticas coladeras, que
parecen de cartón, que no tienen castillos, que se las dieron sin muebles de
baño, ni puertas y ventanas. Como dicen en mi pueblo, fue una tremenda una
robadera de las 21 constructoras que ganaron o “compraron” las licitaciones para mal construirlas o que
simplemente se clavaron el dinero sin levantar ningún muro, y que enfrentan
ahora la orden del presidente Enrique Peña Nieto de ser investigados y
enjuiciados.
Aquí se entre mezclan la
corrupción y la impunidad entre empresas constructoras y funcionarios que se
hicieron de la vista gorda y que ahora sufren sus propios temblores por el
miedo de verse tras las rejas. Ahora, es común ver a los ingenieros de las
constructoras, que sudorosos, tratan de terminar las casas antes de que sean
sometidos por las leyes y a funcionarios que ofrecen a los damnificados
espejitos de colores a cambio de su silencio.
¿Porque pasó tanto tiempo para
que se descubriera todo? Estoy convencido de que hay una explicación histórica.
En México se ha perpetuado una psicología servil que no ha logrado suprimir la
miseria ni las exasperantes diferencias sociales. Las revoluciones y las luchas
armadas de los siglos IXX y XX no han terminado con los abusos de autoridad de
los poderosos, y lo que si se ha instalado en la conciencia del pueblo es el
escepticismo y la resignación.
La gente está resignada a ser
pobre sin derechos para reclamar. Sólo así se explica que acepten una vivienda
con ventanas chuecas, con puertas que no cierran, con baños sin tazas ni lavado,
con techos que son una coladera en tiempos de lluvias. Aceptan con resignación
y e incluso, hasta con agradecimiento.
A raíz de los temblores del 2012,
en la Costa Chica no se construyeron mil viviendas y más de dos mil están mal
hechas, revelando una robadera que alcanza más de 50 millones de pesos. Y me
pregunto: ¿Veremos a malos funcionarios y constructores en la cárcel?
¿Aprenderemos a no volver a repetir esto?...la verdad quien sabe.
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