Tengo la impresión de que la
iniciativa de reforma fiscal del presidente Enrique Peña Nieto será
insuficiente para atender los compromisos que asumió en su campaña electoral,
pero también estoy seguro que tiene un as bajo la manga: las reformas
estructurales que ya se cocinan a fuego lento en las cámaras y en los espacios
de interlocución con los partidos políticos. Pero vayamos por partes.
La reforma hacendaria que ya está
en comisiones en el Congreso federal, le carga la mano a los sectores productivos,
a los que generan empleo e inversión pues, y se hace el occiso en ampliar la grandísima
base tributaria escondida en economía informal. ¿Sabías que 6 de cada 10 no
pagan impuestos? Fayuqueros, ambulantes, taqueros y otros más se libran del
pago a Hacienda. Por lo que se espera recaudar únicamente el 1.4 por ciento del
Producto Interno Bruto, al gravar a los mismos de siempre.
Hay que reconocer que el paquete
económico tiene cosas buenas, como la eliminación del IETU y el IDE, pero lo
que destaca por encima de todo, son modificaciones para cobrarle más impuestos
a los mismos contribuyentes cautivos de siempre, provocando que el sistema
fiscal sea menos competitivo. Siendo francos, la iniciativa fiscal es francamente
insuficiente para que atienda los programas sociales y que busca compensarse
con una línea de endeudamiento.
No hay otra: Si México quiere
salir adelante, darle empleo a los mexicanos, sacar a millones de la pobreza y
mejorar la competitividad, hay que concretar la serie de reformas
estructurales, que siguen en suspenso por el ingrediente político y lograrlo permitirá
que las perspectivas de crecimiento del país serán más optimistas.
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