El pasado jueves 18 de abril, al
Congreso local le fue como en feria.
Primero, siendo convocada la sesión ordinaria del Pleno, no se logró
tener el quorum necesario para iniciarla por la ausencia de dos diputados:
Germán Farías Silvestre y el hijo del gobernador, Ángel Aguirre Herrera.
Segundo, no había un dictamen que discutir y menos aprobar sobre la
iniciativa presentada por el PRD para reformar la Ley de Educación del Estado,
porque diputados del PAN, PRI, PVEM y uno más del Movimiento Ciudadano, que
tienen mayoría en las comisiones unidas, no la habían firmado. No había materia
como dicen los abogados.
Tercero, siendo suspendida la asamblea, el recinto fue atacado con
hachas, piedras, palos, tubos y resorteras por los integrantes del Movimiento
Popular Guerrerense, que decidió mantener encerrados y hambrientos --toda una
noche-- a casi 20 diputados, reporteros y trabajadores.
¿Qué sigue ahora? Muy sencillo y
también muy difícil. Las partes deben bajarle a sus humos. La CETEG está
llegando a un límite insoportable, en el afán de imponerle una camisa de
fuerza, primero al gobernador y después a los diputados. El PRD debe pensar, sobre todas las cosas, en
los niños y jóvenes, y dejar de ver a la disidencia magisterial en un arrimador
de votos. Y el bloque plural legislativo debe reunirse con el Movimiento
Popular Guerrerense para conocer directamente sus demandas.
Hay que tener presente que
reformar la Ley de Educación del Estado requiere alcanzar la mayoría simple con
24 votos. Las partes, por tanto, deben anteponer sus intereses de grupo, dejar
la violencia, ser claros y transparentes, dialogar intensamente, convenir primero
en las coincidencias, encorchetar las diferencias y aprovechar la coyuntura
para reformar el sistema educativo guerrerense.
Al final, hay que salir todos juntos,
PRD, PRI, PAN, PVEM, Movimiento Ciudadano, PT y Nueva Alianza, con la CETEG y
el gobierno del estado con un gran acuerdo y con una ley que no nazca muerta,
ni que nos la maten con el soplo de una controversia constitucional.