Familias enteras de Guerrero se
han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de sus hogares por miedo a
situaciones de violencia o por sufrir la violencia de manera directa. Por
desgracia, es un fenómeno que crece en Guerrero y una realidad que no se puede
tapar con un dedo. Los medios dan cuenta de estos desplazamientos cuando
ocurren en masa, pero en la mayoría de los casos, ocurre a cuentagotas. Así,
familias completas toman la decisión de salir en secreto sin que nadie pueda
seguirles los pasos.
Las familias que se desplazan han
dejado pueblos enteros sin actividad comercial, agrícola y ganadera ante las
continuas extorsiones, secuestros, homicidios y balaceras. Ninguna región del
estado se salva: Tierra Caliente, Costa Chica y Grande, Acapulco, Norte, Centro
y Montaña. Sólo hay que darse una vuelta por el censo de población del INEGI y
descubrir, por ejemplo, que en el municipio de Zirándaro, en la Tierra Caliente,
había 18,813 habitantes y en el 2005 tenía 20,053… ¡ósea mil 240 menos!
En ningún negocio de Ciudad Altamirano,
Teloloapan, Iguala y Acapulco ves a los dueños… sólo están los dependientes que
se la pasan con el Jesús en la boca. Y es que no pueden estar allí. Sería
suicida hacerlo. Los únicos patrones que encuentras son los que tienen
misceláneas, puestos y talleres, y ya son un blanco cotidiano de los malosos.
Pareciera que sólo hay una salida: huir y desaparecer.
Así lo pudimos comprobar al
visitar Papanoa, un pequeño poblado turístico de la Costa Grande. Nos cuentan
que sólo quedan 600 de cinco mil cien habitantes que tenía. Existen 226 casas
abandonadas y más del 50 por ciento de negocios están cerrados por la
inseguridad. ¿Porque creen que las autodefensas y los comunitarios están de
moda?
De nada sirve que las autoridades
minimicen una realidad que está allí. Tiene razón el secretario de Desarrollo
Económico estatal, Enrique Castro Soto, cuando descartó que exista un cierre
masivo de negocios. Las tiendas cierran sus cortinas poco a poco y no se nota.
Un día te das cuenta que ya no abrió la señora que vendía zapatos por catálogo.
Que la pollería no aguantó más y dejó a sus clientes colgados de la
brocha. Y así todos los días.
Da pena ajena que el gobierno
estatal diga que el motivo que generó el desplazamiento de familias de las
comunidades de El Cubo, el Terrero y el Guayabo, todas de San Miguel Totolapan,
no fue un hecho violento, sino a la propagación de un rumor por un ataque
armado, cuando finalmente lo que nos habla de la gravedad de la noticia… ¡es
que existan desplazados!
Mientras tanto, hay una mayoría
que no se deja vencer y abre sus tiendas, acude a trabajar y sale al campo a
sembrar. Son los héroes anónimos que luchan por sus familias, que no los domina
el miedo y han encontrado modos para protegerse y continuar con sus
actividades. A todos ellos mis respeto y admiración. A quienes se han
desplazado, vaya mi solidaridad y comprensión.
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