Muchos no saben todavía que es lo que hicieron los diputados federales y senadores con la reforma energética; mucho se debatió entre las fuerzas políticas en el Congreso de la Unión y poco se explicó hacia afuera qué diablos aprobaron.
Si pudiéramos encontrar las palabras exactas que nos ayudaran a contar la historia que está por escribirse en los próximos años, primero tendríamos que relatar lo que pasó por muchos años, tal vez, casi ochenta años, que nos decía que la energía y el petróleo servían sólo para darle dinero a los gobiernos en turno para que pudieran financiar sus presupuestos.
La historia que esta por contarse, a partir de los cambios legales que se hicieron, es que el petróleo sirva ahora para hacer energía más barata, suficiente y oportuna, de tal suerte que México se vuelva competitivo y atraiga inversiones, y éstas produzcan empleos y crecimiento económico, y ambas mayor recaudación de impuestos que financiaran el presupuesto de los gobiernos.
Decirlo es muy fácil y hacerlo es un desafío. Primero, fueron las reformas constitucionales en materia energética, luego las leyes secundarias, ahora viene la implementación de los manuales, protocolos, contratos, lineamientos, procedimientos y un largo etcétera.
Sólo para ponerlo en perspectiva y comprender la magnitud de lo que se hizo en el Congreso de la Unión, las reformas en materia energética sólo se pueden comparar por su importancia con la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá que se hizo en 1994.
Por el bien de México, todos esperamos que la industria petrolera no termine en manos extranjeras y termine el bajo crecimiento nacional.
