Siempre que lo veía, le decía: ¡Tocayazo!
Ver a Roberto Torres Aguirre… me daba gusto, no importa si lo
había visto un día antes o dejaba de verlo en semanas, porque era el anticipo
de una muy, pero muy buena conversación con él, que iniciaba con el repaso meticuloso
de los temas que estaban en esos momentos.
Que el partido, que las elecciones, que los conflictos, que
las confrontaciones, que el gobernador, que la dinámica del estado. Prácticamente,
todo lo desmenuzábamos hasta encontrarle la mejor salida a los problemas de
Guerrero. Por eso, y por tantas otras cosas más, siento su perdida.
Muchas veces, fui a buscarlo para conocer su opinión, punto
de vista. Con mi tocayo aprendí que hay una verdad histórica y hay una verdad
jurídica, y eso me abrió el cráneo en dos. Desde entonces, pienso diferente,
veo las cosas de diversos ángulos para no quedarme casado con una sola visión. Puedo
decir que lo admiraba, porque era certero y preciso. Todos lo buscaban, porque
tenía una respuesta que ofrecer, buena o mala.
Aquilatar lo hecho por mi tocayo, es abultado y generoso. Por
donde pasó, dejó huella. En el congreso, en el ayuntamiento, en el partido,
entre sus amigos y familiares. En cada uno de nosotros, dejó una estela que seguirá
indeleble en el recuerdo. Nunca voy a olvidar su estilo. ¡Le decían Gordon Banks!
Imagínense, mi tocayo era comparado con el mejor jugador defensivo de la historia
del futbol.
Lo último que hizo: rescatar posiciones para su partido el
PRI y otros partidos. En buena medida, Héctor Apreza, Verónica Muñoz y Evencio
Romero son diputados gracias a su intervención al impugnar la distribución de
las plurinominales. Todos perdemos con su partida. Yo pierdo a un amigo leal.
Su familia, pierde a un sostén. Sus amigos pierden. La gente pierde también.