Sunday, August 04, 2013

EL CUBO


Rodrigo de 17 años huyó de su hogar. Tenía que irse, no le quedaba otra. Salió sin equipaje y con lo que llevaba puesto. Y no fue el único, varias familias de los pueblos de El Cubo, El Remance y el Terrero de la Tierra Caliente, se despidieron de sus hijos menores de edad, aterrados por el reclutamiento forzado que grupos de la delincuencia organizada realizan en completa impunidad.
 
Un día después de que Rodrigo se fue, llegaron temprano en un sábado a la comunidad de El Cubo, antes Villa Hidalgo, un ejército de 150 sicarios armados con fusiles de asalto, chalecos antibalas y vestidos con ropa de camuflaje. Se metieron a muchas casas. Buscaban a Vicente, jefe de plaza de una banda delincuencial opositora, además venían por jóvenes para reclutarlos por la fuerza.
 
Varios jóvenes fueron levantados sin la posibilidad de negarse. ¡O te vienes con nosotros, o te matamos a tus papás!...y así han desaparecido muchos en una cuenta que nadie lleva.  
 
La suerte que corrió Rodrigo, que tuvo el tiempo de escapar un día antes, no ha sido la misma que han tenido alrededor de 25 mil adolescentes y adultos menores (no mayores de 25 años) que de acuerdo con la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados han sido cooptados por los cárteles de la droga para desempeñar distintas funciones en sus estructuras operativas en los últimos años.
 
La leva de los grupos armados es un fenómeno paulatino y creciente, que la autoridad no quiere ver ni menos aceptar, pero ocurre, día a día, sin que nadie pueda hacer nada.
 
¿Qué se esconde detrás del desplazamiento forzado de cientos de familias que se han ido a refugiar a la cabecera de Tlacotepec? No huyen de la zona de conflicto por supuestos enfrentamientos violentos entre bandas. Huyen porque no quieren ser esclavos de la delincuencia ni ceder a sus hijos para que formen parte de los grupos armados.
 
Huyen y callan. Llegan en silencio sin compartir las motivaciones que los obligaron a salir de sus hogares. Emigran porque quieren vivir en paz y continuar trabajando en sus parcelas sin que nadie los moleste. Pero por ahora, eso no es posible. No tienen confianza en las autoridades y no les queda otra que escapar. Lo que pasó en El Cubo, San Miguel Totolapan, ocurre en varios municipios. ¿Y la autoridad?...bien gracias.