Rodrigo de 17 años huyó de su
hogar. Tenía que irse, no le quedaba otra. Salió sin equipaje y con lo que
llevaba puesto. Y no fue el único, varias familias de los pueblos de El Cubo,
El Remance y el Terrero de la Tierra Caliente, se despidieron de sus hijos
menores de edad, aterrados por el reclutamiento forzado que grupos de la
delincuencia organizada realizan en completa impunidad.
Un día después de que Rodrigo se
fue, llegaron temprano en un sábado a la comunidad de El Cubo, antes Villa
Hidalgo, un ejército de 150 sicarios armados con fusiles de asalto, chalecos
antibalas y vestidos con ropa de camuflaje. Se metieron a muchas casas.
Buscaban a Vicente, jefe de plaza de una banda delincuencial opositora, además
venían por jóvenes para reclutarlos por la fuerza.
Varios jóvenes fueron levantados
sin la posibilidad de negarse. ¡O te vienes con nosotros, o te matamos a tus
papás!...y así han desaparecido muchos en una cuenta que nadie lleva.
La suerte que corrió Rodrigo, que
tuvo el tiempo de escapar un día antes, no ha sido la misma que han tenido
alrededor de 25 mil adolescentes y adultos menores (no mayores de 25 años) que
de acuerdo con la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados han sido
cooptados por los cárteles de la droga para desempeñar distintas funciones en
sus estructuras operativas en los últimos años.
La leva de los grupos armados es
un fenómeno paulatino y creciente, que la autoridad no quiere ver ni menos
aceptar, pero ocurre, día a día, sin que nadie pueda hacer nada.
¿Qué se esconde detrás del
desplazamiento forzado de cientos de familias que se han ido a refugiar a la
cabecera de Tlacotepec? No huyen de la zona de conflicto por supuestos enfrentamientos
violentos entre bandas. Huyen porque no quieren ser esclavos de la delincuencia
ni ceder a sus hijos para que formen parte de los grupos armados.
Huyen y callan. Llegan en
silencio sin compartir las motivaciones que los obligaron a salir de sus
hogares. Emigran porque quieren vivir en paz y continuar trabajando en sus
parcelas sin que nadie los moleste. Pero por ahora, eso no es posible. No
tienen confianza en las autoridades y no les queda otra que escapar. Lo que
pasó en El Cubo, San Miguel Totolapan, ocurre en varios municipios. ¿Y la
autoridad?...bien gracias.